Y cuando empezamos que había pasado otra vez, y nos estábamos acostumbrando al sabor amargo, el nudo en la garganta y la presencia aplastante de la derrota detrás de los ojos, las cosas comenzaron a moverse. Otra vez.
Estuvimos atentos a la Convención contra la imposición en Atenco, de la posición sobre ello del #YoSoy132, del Plan Nacional de AMLO. También de las Redes y las calles, tratando de ver si otra vez la derrota había llegado, o podíamos recuperar la alegría y la esperanza. Viajamos, vimos y participamos en las movilizaciones en Querétaro, apenas dos días después de las elecciones. Leímos y dijimos que sin perder la vista en el largo plazo, teníamos antes que pensar en el aquí y ahora, en la coyuntura que definirá, otra vez, todo. Con la certeza de que una vez que Peña Nieto esté en el poder, viviremos, aún más, en la ignominia de la violencia y simulación. Que la única forma de evitar la imposición es que Televisa y los otros poderes fácticos hagan su balance y vean que es más caro imponer a Peña Nieto que abrir la oportunidad de mejorar un poquito el país, de dejar que las cosas sean como pueden ser, como serían sin contar la compra de votos y conciencias, la perversión de las instituciones a las que no se les pide nada más que garantizar el poco de democracia que son las elecciones.
Y cuando escuchamos aquí y allá en las voces de lxs compañerxs las palabras: resistencia, resistencia. Y las frases "largo plazo" o "ciclo de la historia" nos preocupamos. Porque se parecían a las mismas del 95, cuando pudimos exigir y conseguir la renuncia de Zedillo entre el Barzón, la Intersindical 1° de Mayo, el EZLN y los demás daminificados de la crisis y del neoliberalismo salinista, del primer gran remate de la patria. Y no lo exigimos y no lo conseguimos ¿Saldo? Remate de ferrocarriles, FOBAPROA. Y con la resistencia logramos parar el intento de reforma constitucional que permitiría privatizar a Luz y Fuerza y CFE. Pero sólo para saber años después que la mitad de la energía eléctrica la producían las compañías españolas.
Y otra vez en el 2006, pensamos en la resistencia y largo plazo, y no exigimos y no conseguimos que la elección se anulara. Nos fuimos a Reforma y no a las carreteras. Nos quedamos en casa rumiando la derrota, pensando en la resistencia de La Otra, en el largo plazo y en la historia. Y cuando se intentó privatizar PEMEX los detuvimos. Pero sólo para saber años después que si se hicieron "parcelas" y contratos de servicios múltiples y PIDIREGAS. Pero eso es lo de menos. En estos seis años nos enteramos de a poquitos que el país se estaba desplomando, cayendo en el agujero más negro de su historia con 60, 80 mil muertos. Con decenas de miles de desaparecidos. Con decenas o cientos de miles de desplazados por la violencia. Casi sin futuro ni viabilidad como país, casi sin nada más que el miedo y la derrota a cuestas.
Así que bien por la megamarcha. Estuvo chida, me regresó desde hace unos días alegría, esperanza, claridad para tomar decisiones. Pocas veces recuerdo, si no es que ninguna, en dónde tanta gente en tantos lados se haya movilizado con tan sólo una demanda tan concreta: no a la imposición. Así que nos vamos a dormir con la certeza de que algo tiene que pasar. Pero también de que no pasará nada si esto es lo más que hacemos. O mucho más pero igual. Si confundimos el carácter pacífico de este movimiento con pasividad y falta de ingenio. Si la protesta se queda y se agota en la calle y en la plaza. Si les resulta más barato a los que tomaron la decisión de imponer a EPN escucharnos y rodearnos y esperar el desgaste, continuar con la compra de conciencas, y despedirse o estrenarse con la represión. O si piensan que esta vez va en serio. Que cuando decimos no otra vez, no estamos pensando en la resistencia a 6 o 10 años, sino que estamos hablando de los próximos días. Que cuando decimos que vamos a construir el país desde abajo, con visión de largo plazo y democratización de lo vida y de los medios, nos referimos a que vamos hacerlo, pero sin Peña Nieto en la presidencia.
Si, como siempre la Razón y la Historia están de nuestro lado. Es más, tal vez nunca antes haya sido tan claro. Por lo menos en lo que nos ha tocado vivir y actuar, en los últimos veinte años. Y en estos días que me encuentro con la gente de ayer, y la de hoy, y la del norte y la del sur, y la de más al sur en la Patria Grande, me doy cuenta que hasta ahora, hemos perdido. Por madriza además. Nos han machacao, como dice una amiga de Madrid. Una madriza. No tenemos hoy más organización que ayer. Hemos perdido derechos y ganado en deudas y obligaciones. Nuestro suelo y subsuelo dejó de pertenecernos. Si la Patria era la de sobrevivencia o subsistencia, no nos han dejado ni eso. Nuestro presente fue lucha, pero este futuro no es nuestro.
Así que pasan los días y no puedo dejar de pensar en que ya me cansé de tener la Razón y la Historia. En que ya me cansé de resistir y parar algunas iniciativas privatizadoras. En que estoy realmente harto y hasta la mera madre de ver como el país se cae y se desmorona. Ya me cansé del largo plazo y los ciclos de la historia. Me doy cuenta pues, que quiero una victoria real hoy. Una anulación de las elecciones. Unas nuevas elecciones sin intervención de las televisoras y los poderes fácticos. Una patria un poquito menos jodida en la que podamos juntarnos sin miedo, y ensayar, ahí si, el nacimiento de la aurora.
Hoy. No hay después, no hay futuro, no hay resistencia que valga para mañana, si no logramos parar esto. Si no logramos abrir una ventana para ver el futuro. Si no logramos comunicarnos y encontrarnos y actuar con la claridad de lo que está en juego. Si no sumamos y nos sumamos. Si no arriesgamos. No hay mañana.
Hoy.
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