lunes, 18 de julio de 2011

Lunes

De por sí los lunes no me gustan. Cuando llevo varias semanas cargaditas de trabajo al hilo, menos. Me comienzan a arruinar las cosas desde la tarde del domingo, cuando empiezo a recordar la lista de pendientes. Tendría que aprender yoga o algo, que me permita ignorarlos para siempre. Otra opción sería trabajar en un museo. Hoy es de esos lunes que saben un poquito más amargos, pues regreso a donde siempre después de prácticamente dos semanas fuera. Para colmo, este lunes todavía no cuaja, entre las leves vacaciones y el viaje exprés de mañana el DF, nomás no. Agarro la lista de pendientes y hagan de cuenta que estuviera escrita en arameo.

Lo que son las cosas, antes, cuando niño y joven, los que no me gustaban eran los domingos. Como les conté en otra ocasión, me parecían un día enmedio de la nada, un puente apenas entre el sábado de desmadre y el lunes de inicio de semana. Desde niño los recuerdo así, con el calorcito de verano que me tumbaba en la cama al mediodía, escuchando a lo lejos la música de marimba, que lo mismo era por un festejo que amanecía en su tercer día (celebremos con gusto señores) que por un cortejo fúnebre que avanzaba lentamente sobre la calle central, hacia el rumbo de los conos de la CONASUPO, derechito hacia el panteón (adiós muchachos compañeros de mi vida). Ahora los domingos son Joaquín y Víctor, Adriana: la felicidad pues.

Pero hoy es lunes.

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