domingo, 8 de mayo de 2011

Crónica de la Marcha por la Paz digna en Mazatlán


Mazatlán, Sinaloa. 8 de mayo de 2011, día Nacional de la Marcha por una Paz Digna y en contra de la guerra de Calderón.

Después de una búsqueda frenética por en las redes sociales, encontramos ya tarde el sábado por la noche una nota con el lugar y hora de la cita: Los monos bichis, domingo a las 9 de la mañana, para marchar hasta la Plaza de la República. Desde el malecón donde se encuentra la raza todos los días, hasta la Plaza donde se encuentra el poder, a través del centro Histórico de Mazatlán.

Mazatlán se empezó a joder más o menos hace dos años. De uno o dos muertos al mes, acudimos atónitos al incremento de la cifra a uno o dos muertos a la semana, a uno, dos, tres o cuatro muertos al día. Primero fueron sólo los muertos. Luego incendiaron una refaccionaria, afortundamente vacía. Después incendiaron un tianguis de autos, desafortundamente con cuatro clientes, dos vendedores y un transeúnte dentro. Al poco tiempo aparecieron los colgados. Después vinieron los tiroteos y las extorsiones a las escuelas. Y la esperanza murió cuando hirieron a un canadiense. se acabó el turismo, cancelaron los cruceros, se cayó hasta el fondo la actividad económica local. Empezaron los despidos. Los locales vacíos. El monitoreo ciudadano de los tiroteos: "No vayas por tal lado, hubo broncas", "levantaron a uno por la marina", "el ejército mató a uno en la Sánchez Celis", "hubo un tiroteo frente al Valentino´s". Por dos años seguidos se jodió el carnaval: en el 2010 por una estampida ante la voz de alerta de balazos, en este año porque se cerró con broche sangriento: en medio de un dispositivo policíaco-militar aterrador, llegó un grupo de sicarios a matar a un montón de jóvenes que estaban en el estacionamiento de un antro, en el mero malecón, corazón de las fiestas. En resumen, se jodió el asunto.
Y despúes, con la convocatoria de hace un mes de Sicilia, descubrimos que había alguien que pensaba como nosotros, como los otros todos que empezaron a moverse en el país. Hace un mes fuimos treinta, hoy fuimos noventa. O sea, que en menos de 30 días nos triplicamos. Y en ese triplicarnos comenzamos a reconocer a la gente que como nosotros piensa que ¡¡Estamos hasta la madre!! Y lo más chingón del asunto no son los noventa que recorrimos las calles desiertas de un domingo por la mañana en el centro histórico de Mazatlán, lo más chingón es saberse en sincronía con miles que están en estos días marchando por la patria. Y esta marcha no es de oración ni de recogimiento, pese al silencio. Es marcha de reclamo con nombre y apellido, la encabeza la manta que dice: ¡¡Estamos hasta la madre de la guerra de Calderón!!
Y llegamos con paso ligero a la sombra del laurel frente a palacio, y comenzaron los otros como nosotros, leyendo primero una de las múltiples cartas de Javier Sicilia, quien dice hoy lo que todos queremos pensar. Y después, en esta novedad de la convocatoria de un poeta, le tocó el lugar a la poesía, en la voz de María Múñiz (en la foto) que desde hoy conozco y quiero como si la conociera desde siempre. Y nos estremecemos todos juntos cuando vemos la verdad en su palabra:

En mi país
en estos días
las paredes se han visto
en paredones transmutadas....

Y de plano nos parte la madre cuando Hugo toma la palabra. Güero, si acaso de 18 años, con bermuda y sandalias para lidiar con el calor, empieza hablando tranquilo, compartiendo con nosotros la ilusión que desde siempre tuvo por integrarse al ejército, la marina o la policía federal. Termina apenas esta frase y se quiebra, y con él nos quebramos todos, y el resto de sus palabras sale en sollozos y gritos, reclamando a todos por la muerte de un familiar suyo, por la ilusión pérdida, por el futuro arrebatado: Perdí la ilusión porque parece ser que los del ejército mataron a mi familiar. Ya no quiero vivir así, ni que mi familia viva así: es como si tuviéramos una piedra en la espalda. Y la piedra en la espalda la sentimos todos.

Termina y se sienta discreto, a llorar en silencio. Se me impone el respeto y pierdo la oportunidad de acercarme, de tratar de consolarlo, de decirle: Nómbralo, que sepamos todos como se llamaba, cuando murió, quien pudo haber sido. Platícame quién podrías ser tú..

En medio del dolor que nos queda, nos despedimos, nos enlazamos y nos vemos fijamente a los ojos, entre todos, otra vez, con la certeza de que máss pronto que tarde estaremos denuevo juntos. Y así como hace un mes fuímos treinta, y hoy fuímos noventa, nos vamos con el consuelo de saber que la próxima vez, seremos miles, y entre todos nos quitaremos las piedras, y respiraremos a plenitud, y cada quién tendrá una ilusión en el futuro, y esta estará cada vez, un poquito más cerca.

Son las 11:00 de la mañana, el sol empieza a sentirse más...

Saludos compañeros.

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