viernes, 27 de mayo de 2011

Vivir en el neoliberalismo I


HAY DÍAS en que me levanto con una esperanza demencial,
momentos en los que siento que las
posibilidades
de una vida más humana están al alcance de
nuestras manos.


Ernesto Sabato

Doña Gaby ha vivido toda su vida adulta entre Tabasco y Chiapas, batallando por sacar adelante a sus hijos teniendo en contra el ser mujer y madre divorciada.

A sus 50 años, en el año 2005, logró cierta estabilidad por vía de una tienda que tenía en el mercado Pino Suárez de Villahermosa, en la cual vendía productos desechables, chiles secos, semillas y materias primas para repostería. Llevaba el negocio en cuestión junto con su hijo mayor. Sus jornadas de trabajo empezaban a las 5 de la mañana cada día, por la gente que llega en oleadas desde esa hora a abastecerse, tratando de evitar el calor sofocante del mediodía de "la esmeralda del sureste". Acostumbrada a una vida en la precariedad, ahorró todo lo que pudo, y en año 2006 las cosas comenzaron a mejorar paulatinamente: alquiló una bodega donde puso sus ahorros en especie, y se echó el compromiso de comprar una casa mediante crédito hipotecario, pues de seguridad social, ella, como millones de mexicanos, nada. Y entonces, confluyeron varios factores:

Como el gobierno federal tiene compromisos de compra con compañías españolas que están generando electricidad en el país, en el 2007 la Comisión Federal de Electricidad subutilizó las presas hidroeléctricas que se encuentran sobre el Río Grijalva en Chiapas. El Grijalva atraviesa Villahermosa por el centro y durante décadas fue orgullo de los tabasqueños. Las presas se llenaron hasta sus límites críticos.

La elección del 2006 en Tabasco como en el país estuvo plagada de irregularidades, y así ascendió a la gubernatura Andrés Granier Melo, que gusta de ser llamado "el Químico" y con él una cauda de incompetentes y corruptos, incapaces de generar sistemas adecuados de Protección Civil.

Como la corrupción campea en las dependencias del gobierno federal, no se contruyeron las obras autorizadas, planeadas y reportadas como concluidas del Plan Hídrico para Tabasco.

Hacia finales de octubre de 2007, comenzo a perfilarse la catástrofe: lluvias excepcionalmente fuertes y prolongadas, que fueron llevando las presas por encima de sus límites críticos, anunciaron lo que se venía. El 28 o 29 de octubre Felipe Calderón visitó Tabasco, para esos días con la mitad de su territorio inundado, se plantó frente al malecón en el centro de Villahermosa, llenó un costal con arena, se echó un discurso sobre la necesidad de ser fuertes y demás parafernalia motivacional que acostumbra, y se fue. En ese momento todavía hubiera sido posible organizar una evacuación controlada del centro de la ciudad. El 30 de octubre, el sistema de Protección Civil de la capital de Tabasco reaccionó: un vocho con altavoz recorrió a gran velocidad las calles del centro, gritando que se fuera la gente, que dejara todo, que lo importante era la vida: había pasado lo peor, los diques construidos en los días previos con costales de arena en los márgenes del Grijalva habían cedido, y la inundación avanzaba sobre el corazón de Villahermosa. Más de un millón trescientas mil personas perdieron todo, el 70% del territorio estatal se inundó, se calcularon las pérdidas en más de 33 mil millones de pesos. Cifras escandalosas sin duda. Pero sigamos nombrando a las víctimas, a tono con Javier Sicilia. Doña Gaby perdió tienda, casa y bodega.

Con lo poco que tenía ahorrado en los bancos, Doña Gaby emprendió el regreso de su adultez pendular, hacia el pequeño pueblo de Chiapas donde crecieron sus hijos. Puso una modesta tienda de abarrotes, y comenzó de nuevo. Hacia inicios del año pasado recobró un poco la esperanza, las ventas se estabilizaban, vivía cerca de tres de sus hijos y tres de sus nietos y parecía que había forma de salir adelante. Sus clientes eran de todo el pueblo, y compraban para su consumo y para las tienditas raquíticas que hay de a dos o tres en cada cuadra. Se ganaba poco en las ventas de media docena a la que les dicen mayoreo, pero se vivía. Luego, recibió dos llamadas de extorsión. Las ignoró y siguió. Después llegó gente de fuera y pusieron una abarrotera que por sus precios tan bajos, parecía más bien lavandería, y empezaron a bajar sus ventas.

El pueblo es chico, más o menos 15 mil habitantes, que viven del campo y los servicios, trabajando en la ciudad cercana. Dentro del municipio existen 5 o 6 rancherías, y sus habitantes siguen bajando cada domingo a vender al mercado local, que el domingo duplica su tamaño y sextuplica su surtido: en ese día puedes comprar huevos de rancho, tortillas de maíz criollo hechas a mano, quesos artesanales de los mejores que he probado en mi vida, verduras y legumbres regionales, gallinas de patio, tamales y muchas otras cosas más que te llenan la panza y la vista a precios muy bajos. Cuando acaban la vendimia, "los coloñeros", como les dicen los habitantes de la cabecera a la gente de las rancherías, recogen su tinglado y se suben a las camionetas de tres toneladas que sirven de transporte y en la que viajarán tres o cuatro horas hasta el rancho. Antes de partir pasan a la tienda de Doña Gaby y trocan los pesos en centavos: compran Maseca, sopa Maruchan, coca cola en grandes cantidades y sabritas. Doña Gaby no entiende el porque de ese trueque tan desfavorable, pero ya se cansó de explicarles.

En estos días las ventas han bajado, como preludio de lo que se avecina. Se murió el ingeniero Román, el dueño de un terreno de una héctarea a orilla de la carretera. Los hijos pusieron el terreno inmediatamente en venta y la transacción se concretó hace unos meses. Inmediatamente comenzaron obras en el sitio, y hace unos días se develó el misterio. En el frente de la hectárea ahora construida, hay una manta en la que se lee: "Proximamente gran apertura Bodega Aurrera".

Doña Gaby está haciendo de nueva cuenta sus maletas.

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