martes, 2 de agosto de 2022

La labor de Javier Sicilia

Les ruego, señores, contestar a este petitorio pues a veces pienso que las fuerzas se me acaban y temo no poder seguir en esta búsqueda. Olga Cecilia Cecanti de Nugha
carta enviada a la CONADEP Informe "Nunca Más" Ernesto Sábato
Hace casi tres meses que llegué a la casa y Adriana me dió la noticia que ocuparía los titulares en los días siguientes: habían matado al hijo de Javier Sicilia, que llevaba por nombre Juan Francisco. Ahí me enteré que Sicilia era poeta. Yo lo "conocía" nada más de sus colaboraciones semanales en Proceso. A veces coincidía con sus opiniones, a veces no. Siempre coincidí con el colofón de sus escritos, ese en el que de forma reiterada ponía el dedo en las llagas del país, señalando casos representativos de lo peor del neoliberalismo y sus efectos. Por las constantes referencias que hace en sus artículos de opinión, busqué información sobre Ivan Ilich. Siempre tuve claro que estaba aliado a la única parte de la iglesia católica que se salva. Cuando pasó lo que pasó, pensé: -Ahora si se va a armar-, Javier Sicilia no es como los otros. Esa idea quedó bien expresada en el artículo de Ackerman que públicó en la La Jornada. Después de la movilización de los primeros días de abril y de la concentración en el zócalo, se reafirmaron esas ideas, pero comenzamos a matizarlas. Me fue quedando claro que el papel de Sicilia estaba más orientado hacia otras cosas, hacia la búsqueda del consuelo y de la sanación, hacia poner en primera plana las víctimas que sabíamos y sabemos que había y hay cotidianamente en la guerra de Calderón. Hacia la búsqueda de los desaparecidos, que en esos días surgían por cientos de fosas clandestinas. Se me vino a la memoria la labor de Ernesto Sábato en la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) en Argentina, con el Informe Nunca Más, o el papel de Juan Gelman en la búsqueda de sus familiares, al sacar la luz las atrocidades cometidas durante la implementación del Plan Cóndor, con debate público con Sanguinetti, entonces Presidente del Uruguay incluido. En esos días comentamos Adriana y yo que la única posibilidad de salir adelante como nación del horror que nos ocupa, pasaba por un ejercicio similar, de publicación de los horrores y expiación pública por parte de los responsables de la tragedia que nos deja al día de hoy 30 mil muertos y 10 mil desaparecidos. La primera parte ya se logró, con su punto máximo el día de ayer, y los monumentos y placas que se vengan: las víctimas de esta guerra estúpida comienzan a tener nombre, un nombre limpio además. Ese es un logro no menor, comparado con la idea que prevalecía hace unos meses, en los que opiniones fascistas que abogaban por ejecuciones extrajudiciales se estaban arraigando y generando consensos. La segunda parte, la que tiene que ver con la expiación pública, está muy lejos de haberse logrado. Antes bien, al contrario: pareciera que Calderón sale fortalecido, que el diálogo se inició y agotó en un día, que la esperanza de justicia está muy lejos. A lo mejor la explicación se encuentra en el hecho de que en otros países y otras épocas, el reconocimiento y la imputación de las responsabilidades pasaba por la salida de los principales responsables del poder. Seguimos esperando.

No hay comentarios: